Me dijiste que me vaya, que me tenía que ir, en ese momento no se me cruzó por la cabeza que iba a ser para siempre pero no tenía la certeza de que iba a estar todo bien.
Te comprendí y tuve que aceptar todo lo que eso conllevaba, tenía que aceptar que eras libre y eso significaba verte desplegar tus alas y verte volar.
A veces te pienso, no lo niego, ya no es con tristeza ni con alegría, simplemente te pienso; me corrijo, siquiera te pienso a vos, pienso en los momentos, pero al momento de reconstruir tu casa veo algo que ya no sos vos, por lo tanto, no pienso en vos, pienso en las emociones que tuvieron los momentos y las revivo a carne viva porque todavía sos una cicatriz que no sanó, dejó de doler, pero todavía está abierta.
Verte ya no se me hace difícil, puedo tolerarlo, puedo tolerarte.
Te amo y eso implica dejarte libre, ya no verte más como lo hacía antes, ya no mirarte a los ojos profundamente, ya no abrazarte hasta dejarte sin aire, ya no acariciar tus cachetes, ya no seguir la figura de tu cuerpo con mi mano mientras yaces acostada al lado mío.
Ya no me duele ni me alegra, simplemente lo pienso y es una paja, es un bajón, pero bueno, las cosas se aceptan.
Que final doloroso.
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